—No voy a responder a tus malditas preguntas, maldito elfo blanco. Preferiría morir antes que responder a tus preguntas —habló el señor Freeman mientras escupía al suelo.
—Oh, sí responderás, señor Freeman. Responderás —habló Anon mientras cerraba las puertas de la entrada de la habitación.
—Adelante —habló Anon.
De repente, dos figuras negras surgieron frente a Anon de la nada.
Estos dos no eran otros que Jessica y Mike.
—Saludamos a nuestro maestro —ambos se inclinaron ante Anon.
—Saca a la chica de aquí. Ah, ¿y recuerdas ese virus zombi? —preguntó Anon.
—¿El que hacía que los humanos fueran descerebrados e idiotas? —habló Jessica.
—Ah, el que ese hombre rubio solía hacer con la sangre de mi esposa y mi hija —habló Mike.
—Sí, ese cabrón ha venido al reino élfico, y créeme, hay cuatro elfos zombis por el pasillo —habló Anon.
—Espera, no me estarás mintiendo, maestro, ¿verdad? —Jessica preguntó con una cara seria.