—Te lo diré todo. Fui yo quien la hizo adicta a esa droga, y ahora es un monstruo. Eso es todo lo que puedo decirte; ahora puedes hacer lo que quieras conmigo —habló el Sr. Freeman mientras cerraba los ojos y pensaba que ahora Julia lo mataría.
Pero ocurrió lo contrario. Julia retiró su espada del cuello de él.
—Tráiganme una silla —gritó Julia.
Ella inmediatamente agarró una silla de madera y se la dio a Julia.
—Sr. Freeman, por favor, tome asiento —dijo Julia.
Freeman no entendía nada y siguió su orden en silencio.
Se sentó en la silla de madera y comenzó a preguntarse por qué ella le había ordenado hacer eso.
Julia desenvainó su espada a una velocidad muy alta y la clavó justo en la rodilla derecha del Sr. Freeman.
Clisshhh
El Sr. Freeman sintió un dolor insoportable en su rodilla que durante los primeros dos segundos ni siquiera salió un solo sonido de su boca.
—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh... —Solo después de dos segundos gritó muy fuerte.