—¿Acaba de besarme en los labios? —se preguntó Fe, sus mejillas tiñéndose de rojo tras el atrevido acto de Anon.
A lo largo de su vida, Fe había encontrado a muchos hombres, pero Anon destacaba entre todos. Poseía un encanto único, inteligencia y la destreza física para lograr sus objetivos. Era, a sus ojos, el hombre perfecto.
De repente, Fe salió de su ensoñación y evaluó la situación. —Oh, mierda... Completamente olvidé que era un prisionero. No puedo permitir que un prisionero escape. Jule, eres un idiota colosal —murmuró, sacando una pequeña daga de su cinturón y apuntándola hacia su propio estómago.
Aprieta los dientes y clava la daga en su abdomen.
Chek
—Ahhhhhhhhhhhh... —gritó Fe cuando la daga la penetró, su grito doloroso resonando.
Screeeechhh
Todos los carruajes se detuvieron de inmediato y los soldados elfos desembarcaron, corriendo hacia el carruaje de Fe.