—No, cariño. Mamá no es una perra. ¿Por qué dirías eso? —preguntó Hillary.
—Porque me besaste y también besaste a papá —respondió Anon.
—No cariño, lo has entendido todo mal. Me refería a los chicos que no son parte de tu familia. Tu madre no es una perra, vale —explicó Hillary.
—Vale, mamá. Ahora entiendo.
«Te convertiré en una perra, perra. La mayor perra elfa de todas», pensó Anon en su mente.
—Bien. Ahora, mamá quiere saber todo lo que has hecho con ella —preguntó Hillary mientras le daba a Anon una mirada muy seria.
—Vale, ¿puedo decírtelo físicamente? ¿Como tocándote? —preguntó Anon.
—Sí, está bien. Solo dímelo —dijo Hillary sin saber lo que su inocente hijo estaba a punto de contarle.
—Vale, entonces ayer... Cuando llegué a casa. Eve y yo tuvimos un momento —habló Anon mientras se acercaba a Hillary.
—¿Q-Qué momento? —preguntó Hillary con tono confundido.