—Creo que es tu día de suerte, Marinda... Estoy pensando en perdonar a tu cuerpo —dijo Anon.
—¿Eh...? ¿De verdad? —Marinda preguntó mientras miraba a Anon con una sonrisa.
—Sí, ¿por qué no? Pero con una condición —dijo Anon.
—¿Qué condición? —La sonrisa en su rostro desapareció mientras preguntaba con una expresión de sospecha.
—La condición es que tendrás que hacer que mi pene se erecte en un minuto, justo como a ella... Si consigues darme una erección, te dejaré ir libre, pero si fallas, ¿sabes lo que te espera, verdad? —preguntó Anon.
—Así que, todo lo que tengo que hacer es darte una erección, ¿verdad? —preguntó ella con una expresión de sospecha.
—Sí, pero si fallas entonces te follaré aún más duro que a ella... Así que toma tu decisión rápido —Anon dijo con una sonrisa.
—¿Me dejarás ir, si te doy una erección? ¿Como también seré liberada de este collar de esclavo? —preguntó Marinda.
—Sí, sí, es una promesa —Anon estuvo de acuerdo.