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A medida que estas palabras penetraban en la mente de la gran madre, sus ojos se abrían de asombro.
—¿Q-Qué? ¿Estás loco? Yo lidero el hogar de Denver... No puedo cumplir con eso. Numerosas personas trabajan en este hogar; no puedo simplemente esclavizarlas bajo tu mando —respondió la gran madre en voz baja.
—Entonces prepárate para morir. Una vez estés muerta, todos tus soldados seguirán, y luego será el turno de tu precioso bonito... Ren —declaró Anon, con una sonrisa malvada en sus labios.
De repente, algo hizo clic en la mente de la gran madre, y un miedo indescriptible se apoderó de su corazón.
«Puedo arriesgarme a mí misma, puedo arriesgar a la familia, pero no puedo poner en peligro a Ren. No sé qué podría hacerle este monstruo a mi querido Ren.»
—Si acepto tus términos de servidumbre, ¿prometes perdonar a Ren? —preguntó la gran madre.
—Abstenerme de hacerle daño es pedir demasiado, pero puedo esforzarme en no acabar con él —respondió Anon.