Anon sabía que Kol era un Fantasma y no quería molestarlo hasta que él estuviera listo para hablar por sí mismo.
Sabía que un día Kol lo llamaría. Hoy era el día.
Anon miró a Kol, luego usó una habilidad...
Con esto, acercó una silla de madera hacia sí y se sentó en ella mientras miraba a Kol.
—Hola, Kol. ¿Hay algo de lo que quieras hablar? —preguntó Anon.
—¿Por qué me has mantenido aquí? Todo este tiempo, nunca me pediste que hiciera algo. Me enviabas comidas. ¿Qué quieres de mí? —preguntó Kole confundido.
—No quiero nada de ti. En primer lugar, no puedes darme nada —dijo Anon mientras miraba a Kol a los ojos y sonreía.
—No creo que sepas quién soy —dijo Kol, y una expresión de enojo apareció en sus ojos.
A pesar de que la raza de los Fantasmas estaba maldita, su temperamento seguía siendo corto y con solo una chispa, su gran actitud entraba en juego.
—Lo sé, Kol. Sé que eres un Fantasma —respondió Anon con una sonrisa.