En cuanto Grok pronunció la mentira, Anon invocó sus guadañas y desapareció de su posición original, apareciendo detrás de Grok, ambas guadañas apuntadas a su cuello.
—¡Tú! ¿Te das cuenta de que soy un Rey honorable de uno de los siete continentes? —Grok habló con miedo impregnando su voz.
—Ese tono tuyo traiciona tu miedo. Sabes que ahora mismo, no puedes hacer nada. Pero si mi humor cambia aunque sea levemente, matarte sería fácil. Tu cabeza se convertiría en un trofeo decorativo para mi casa. Así que, la próxima vez que hables, ten cuidado con tus palabras, o tu lindo cuellecito podría encontrarse en serios aprietos —la voz de Anon llevaba un peso de gravedad y severidad. Las guadañas permanecían fijas en el cuello de Grok, sin moverse un ápice para permitir ninguna escapatoria.