Conforme el sol surgía del horizonte, proyectando largas sombras sobre el campo de batalla, Anon, el valiente guerrero y renombrado aliado del reino humano, se encontraba en medio de los restos de un duro enfrentamiento. Ensangrentado y desgastado por la batalla, sus penetrantes ojos escaneaban las secuelas de la brutal confrontación. A su lado, sus leales soldados se mantenían de pie, sus rostros mostrando una mezcla de agotamiento y triunfo. Entre las filas caídas del enemigo, inquietantes figuras de muertos vivientes yacían inertes, sus formas sin vida un testimonio de los horrores de las artes oscuras en acción.
En medio de la carnicería, el rey Grok se acercó a Anon con una sonrisa confiada en su rostro.