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Tras su acalorada discusión, las tensiones hervían dentro de la sala de guerra. El aire crepitaba con un sentido de urgencia y conflicto inminente. Derein, la reina, se apoyaba en la enorme mesa de madera, con una expresión resuelta. Miró a su alrededor a sus asesores, sus ojos se encontraban con los de cada uno a su vez. Todos sabían que su decisión hoy podría dar forma al destino de su reino.
—Ese tipo comanda a esos monstruos ogros, y los está masacrando como si fueran hormigas. Nuestros soldados estaban luchando contra los zombis hace un momento. ¿Han considerado lo que podría ocurrir si decide volverse contra nosotros? —la voz de Derein resonó a través de la sala.
Todas las miradas se fijaron en Anon, la figura enigmática que tenía tanto poder sobre los monstruosos ogros. La sala cayó en un pesado silencio mientras la advertencia de Derein tocaba un punto sensible, la gravedad de la situación se asentaba sobre ellos como una niebla sofocante.