—El campo de batalla era un torbellino de caos y carnicería —las fuerzas humanas enfrentándose desesperadamente contra la marea implacable de los muertos vivientes—. El clima era tan feroz como el enemigo, con nubes oscuras cubriendo el cielo y lluvia cayendo en torrentes. Sin embargo, en medio del aguacero, los guerreros luchaban, su resolución inquebrantable mientras se enfrentaban a los horrores de la noche.
Arturo y Grok, dos de los luchadores más poderosos del lado humano, yacían gravemente heridos. A pesar de los mejores esfuerzos de los Curanderos hábiles, sus condiciones mostraban pocas señales de mejora. Grok demostraba algo de resistencia, pero las heridas de Arturo se agravaban con cada momento que pasaba.