Mientras Arturo se preparaba para enfrentar a la horda invasora, podía sentir el peso del valor de sus ancestros sobre sus hombros —un recordatorio de los sacrificios realizados, las batallas libradas y el honor sostenido. Con cada paso que Arturo daba, llevaba el peso de la historia, fortalecido por el legado de su familia.
A su lado, la Reina Derein, regia y resuelta, se ponía sus guantes con mano firme. Invocaba su majestuoso arco, un arma otorgada por su difunta madre en sus últimos momentos. Este no era un arco ordinario —era Cazador de Aire, un testamento del legado de las reinas que la precedieron.
[Cazador de Aire]