—Fue mi error —admitió Anon, su voz impregnada de frustración—. Revelé demasiado y por eso él sospechó de mí y expuso mi verdadera identidad.
—No es tu culpa —le aseguró Damacus, uno de los dioses demonio, acercándose a Anon—. No hiciste nada mal. Está en la naturaleza de un demonio vivir con la realeza, mantenerse erguido e inquebrantable. Incluso una rata puede sobrevivir en este mundo mortal. Lo que otros definen como egoísmo y arrogancia no es más que un reflejo malinterpretado de nuestra verdadera esencia.
La chica demonio de ojos rosados asintió en acuerdo, su voz impregnada de ira.
—Esos dioses y humanos no saben nada sobre los demonios. Un demonio vive con su propio sentido de realeza, no se inclina ante nadie. Nunca se esconden en las sombras solo para sobrevivir. No les importa nadie más que sus seres queridos. Si eso es lo que realmente es un demonio, entonces sí, tú, yo y todos los individuos presentes en esta sala somos demonios.