—¿Crees que es guapo? —preguntó Bolge, con un toque sedoso en su voz.
—Mmm, es algo lindo y fuerte también —respondió Seda, la curiosidad y la suspicacia en su tono—. Espera, pero ¿por qué preguntas eso?
—Bueno, entonces está decidido —declaró Bolge, levantándose del suelo.
—¿Qué... Qué está decidido? —cuestionó Seda, con sospecha dibujada en su rostro.
—Te casarás con Anon —afirmó Bolge con firmeza.
—¿Qué? ¿Cómo puedes tomar una decisión tan precipitada? ¿Viniste aquí con esa intención? —replicó Seda, con un rastro de enojo apareciendo en su rostro.
—Bueno, más o menos, pero créeme, es un buen chico... —Bolge intentó convencer a Seda del valor de Anon.
—Padre, no puedo casarme con él. Es un plebeyo y no parece tan fuerte como yo —protestó Seda.
—¡Tonterías! Él es mucho más fuerte que tú —afirmó Bolge, su expresión seria.
—Pruébalo —desafió Seda.