Montañas majestuosas se alzaban en lugar del vacío negro, con sus picos perforando el cielo. Árboles imponentes se extendían hasta donde alcanzaba la vista, transformando el paisaje en un imponente bosque. Extrañas aves y criaturas deambulaban por la zona, agregando un aire de misterio a los alrededores.
Anon observaba la escena, su mirada atraída hacia los colosales árboles que enanizaban cualquier otro que hubiese encontrado antes. —¿Dónde estamos? —preguntó, con la curiosidad alborotada.
—Esto, Anon, es donde luché la primera batalla de mi vida —respondió el consejero, con una sonrisa nostálgica en sus labios—. Créeme, fue por poco. Un simple error y hubiera significado una muerte segura para mí.
El interés de Anon se profundizaba. —¿Qué prueba tengo que superar aquí? —preguntó, evidenciando su entusiasmo.