Encontrarse con Belcebú y domesticar al Dragón Rojo, que ni siquiera lo odiaba por eso, cambió todo en el plan de Miguel. Bueno, no cambió su plan de matar al Senador Keltos, pero aparecer ante el viejo Corazón de León y ver el terror en sus ojos no le proporcionó a Miguel ninguna satisfacción.
El Senador Keltos estaba plenamente consciente de quién era Miguel, sin embargo, no se atrevió a pronunciar ni una sola palabra. En cambio, el Senador Keltos murió en silencio, una mano con garras atravesando su corazón. Miguel podría haber atacado a los restos del Imperio Zentika, quemando todo hasta la muerte con la ayuda del Dragón Rojo, pero a Miguel no le apetecía hacer eso.