—Deja de tocarme, bastardo asqueroso. ¡NO ME TOQUES! —exclamaba el prisionero.
—La Gran Madre te despedazará, bastardo. Te pelará vivo, cortará tu miniatura de pene, lo cocinará y te alimentará con tu propia cosa inútil. Te hará pasar hambre antes de arrancarte las uñas y las capas de carne lentamente durante semanas. Cuando finalmente creas que vas a morir, ella enviará a sus subordinados para curarte y empezar desde cero. Te alimentarás con tu propia carne y tu orina, ¡bastardo asqueroso! —amenazaba el prisionero con odio.
—¿Gran Madre? ¿Quién es esa? —preguntó Miguel, intentando ignorar los pensamientos intrusivos que pasaban por la mente del prisionero.
—¿Dijo Gran Madre? ¿Cómo conoce ese nombre? —murmuró un Anciano, entrecerrando los ojos mientras miraba hacia Alicia Zenovia.
—Yo no le dije nada —respondió ella sin desviar la mirada de Miguel.