La mirada de Michael se desplazó lentamente a través de todo el salón. Estudió la reacción de los poderosos frente a él, mientras continuaba sonriendo levemente.
Sus ojos claros brillaban radiantes, sin rastro de miedo o preocupación. Daba la sensación de que Michael no sentía la intensa presión en la habitación, o que entendía la gravedad de la situación.
Palika Mavenham, el Jefe de los Berserkers, miró a Michael durante unos segundos y le hizo señas para que se acercara.
—¿Estás seguro de que puedes hacerlo? No estás jugando, ¿verdad? —preguntó el Jefe con voz ronca. Estaba exhausto, pero eso no cambiaba el tremendo aura que envolvía al enorme Berserker.
—Probablemente puedo hacerlo, y ciertamente no estoy jugando —respondió Michael con un asentimiento.
—¿Probablemente? Eso no es muy convincente —intervino la Sacerdotisa de Guerra, su voz afilada como una cuchilla.