El mercado de Piloq rebosaba de actividad, mostrando una mezcla de puestos tradicionales que vendían artesanías y especias exóticas, así como boutiques con tecnología moderna y moda. Los vendedores ofrecían sus mercancías desde cestas tejidas, pergaminos de invocación y pantallas digitales, uno al lado del otro.
Los medios de transporte en el borde de la ciudad eran una sinfonía de contrastes. Carrozas tiradas por monstruos compartían las carreteras con transbordadores flotantes. Los resonantes sonidos de los cascos de los caballos resonaban junto al suave zumbido de los transbordadores a su alrededor.