En una pequeña habitación dentro de la mansión de madera, un gemido de dolor escapó de los labios de Michael.
Sus ojos se abrieron lentamente, mientras su expresión se distorsionaba en una agonía cruda.
—¿Sigo vivo? ¿Cómo? —Michael no podía recordar muchos detalles relacionados con el final de la batalla contra los 13 Paladines. Sin embargo, podía recordar vagamente la destrucción causada por las Píldoras de Caos, el infierno plateado que devoraba los flujos dorados de luz de la Extracción, y que la oscuridad lo envolvió cuando el influjo de energía de los Paladines alcanzó su Runa de Guerra.
—Recibí 10 influjos de energía... ¿verdad? —trató de recordar, pero no estaba seguro. Su mente era un desastre total, al igual que su cuerpo.
—¿Así que todavía quedan tres Paladinos? ¿Nos atacarán de nuevo? ¡Maldita sea esta mierda! —Michael maldijo preocupado.
Intentó levantarse de la cama, solo para sentir un dolor inmenso que se esparcía por cada célula de su cuerpo al moverse.