Cuando salió de la bañera, la encarnación de fuerza y poder se reveló en forma de un hombre con un físico perfectamente entrenado.
Todo su cuerpo parecía haber salido directamente de una fábrica; tallado a la perfección.
Venas serpenteaban a lo largo de sus abultados músculos, pulsando con vitalidad y la innegable prueba del duro trabajo de Michael. Gotas de sudor se aferraban a sus amplios hombros que habían sido esculpidos y definidos por incontables horas de entrenamiento.
Michael había llevado su cuerpo al límite y más allá. Con cada respiración que tomaba, su pecho se expandía y contraía.
Sus músculos se ondulaban con cada movimiento, insinuando la tremenda fuerza que poseía. Sus manos, callosas y endurecidas, testificaban innumerables repeticiones y levantamientos pesados, mostrando la determinación que Michael adquirió después de aprender sobre la primera experiencia de Kaleb en el Expanso de Origen.