Catalina se acercó a Howard con una sonrisa radiante, evidenciando su curiosidad.
—¿Disfrutaste de tu viaje a Brague? Escuché que había torneos de caballeros, y mis hermanas estaban tan intrigadas por eso —dijo ella.
Howard respondió cortésmente, optando por no destrozar las ilusiones de Catalina al mencionar la naturaleza perfunctoria del duelo entre Bohemia y Phrus.
Catalina, encantada con su respuesta, se ocupó de organizar las frutas en la mesa.
Escogió una manzana grande y redonda e instruyó a su criada para que la cortara en rodajas.
A medida que Howard hablaba, los ojos de ella parecían iluminarse de alegría, claramente entretenida por las historias de valientes caballeros en armaduras brillantes, montados en sus corceles.
Howard solo pudo reír como respuesta, pensando para sí que quizás la caballería solo era buena para el espectáculo.
En su mente, dudaba de su eficacia contra formaciones de lanzas o armas de fuego en el campo de batalla.