La Tierra de Lujuria era precisamente como su nombre sugiere.
Rodeándolo había un mar de féminas desnudas de varias razas entrelazadas con algunos varones robustos.
Todos se deleitaban mutuamente, representando antiguos y primitivos placeres.
La nariz de John se crispó mientras un sutil indicio de hormonas flotaba en el aire, nublando sus pensamientos y embotando su cognición.
Una chica gatuna con poca ropa, seguida por mujeres de cada raza, se acercó a él.
Había etéreas elfas, sus partes íntimas ocultas por hojas verdes, y mujeres sensuales cubiertas de arcos de electricidad, sus mejillas sonrojadas.
Al notarlo, se apartaron, creando un camino para él, el sonido de sus tacones altos resonando en el suelo.
En ese momento, una belleza cautivadora se acercó.
Para sorpresa de John, era Amelia.
Vestida de manera provocativa, su generoso busto se balanceaba con cada paso que daba, captando la mirada irresistiblemente.