Los ojos nublados del anciano estaban fijos en John, y en ese momento, John se quedó en silenciosa espera. Aunque esto estaba dentro de la prueba [Doce Pruebas del Héroe], donde todo no estaba realmente vivo sino meros fragmentos de tiempo, convertidos en una prueba por el juego del Abismo, el sentimiento era real. Un hombre puede morir, pero su espíritu perdura para siempre. John respetaba profundamente esta noción, dispuesto a extender su tiempo dentro de la prueba por respeto. El viejo se acercó lentamente a una silla de madera cercana. Su paso era lento, cada paso dado con un cojear. Aun así, John esperó pacientemente, sin mostrar signos de impaciencia. Una vez acomodado en la silla, el anciano se dirigió a John,
—Mi niño, ¿entiendes el Abismo?
Al oír esto, John relató sus experiencias. Las cejas del anciano se elevaron brevemente en sorpresa cuando John mencionó que, desde su primer recuerdo, estaba destinado a ser sacrificado. Pero él mantuvo su grave semblante y continuó,