Tumbada en la cama del enfermo, Annalina parpadeó con sus inocentes ojos hacia John.
Separaó los labios para hablar, pero un dolor repentino contorsionó su expresión.
John se apresuró al lado de Annalina. Angela rápidamente agarró una botella de Agua de Vida de cerca y vertió su contenido en la delicada boca de Annalina.
Forcejeando, Annalina consumió el Agua de Vida.
La tensión en su ceño fruncido se relajó, su cuerpo se tranquilizó al darle a John una sonrisa de disculpa.
Fue entonces cuando Angela comenzó a explicar:
—Durante una de sus aventuras, mi hija descubrió una estatua de piedra. Al tocarla, se vio afectada de esta manera. Busqué la ayuda de varios curanderos locales, pero ninguno ha podido curarla. Desesperada, recurrí a la iglesia en busca de ayuda.
—Valiente guerrero, si puedes ayudar a mi hija, te otorgaré este obsequio.
Angela sacó un pergamino. John le echó un vistazo, y se escuchó un aviso del juego: