La intensidad de su choque se intensificaba, con llamas y energía oscura colisionando, irradiando tanto calor abrasador como el olor a mortalidad.
Gradualmente, Zafiro reconoció la formidable destreza de 54 y se preparó para un enfrentamiento implacable.
Invocando los últimos vestigios de su energía mágica, se envolvió en llamas, su forma semejante a una cuchilla afilada mientras se lanzaba hacia 54.
Casi instintivamente, 54 esquivó el asalto de Zafiro, al mismo tiempo que arrojaba su daga hacia el pecho de Zafiro.
Sin embargo, su golpe falló el blanco, ya que Zafiro ágilmente evadió el golpe potencialmente letal.
Girando, Zafiro contraatacó con vehemencia, el infierno que rugía dentro de él empujándolo a golpear sin piedad, jurando derribar a este detestable enemigo ahí mismo.
De la mano de Zafiro se materializó una bola de fuego ardiente, cargada con fuerza destructiva, lanzándose hacia 54.