—¡Qué disparates estás diciendo, Maestro? El señor Vientogalante ya está comprometido. ¡Podrías asustar a nuestro principal patrocinador con esto! —dijo Isabella, su cara enrojecida de vergüenza mientras golpeaba el suelo con el pie antes de cubrirse la cara y salir corriendo de la habitación.
El Maestro Reo se mantuvo en su actitud juguetona, todo sonrisas.
John, por otro lado, sacudió la cabeza entretenido, regañando juguetón —No deberías bromear así, Maestro. La señorita Isabella es todavía una joven. Dañar la reputación de su estudiante no es precisamente un comportamiento ejemplar, ¿verdad? —El Maestro Reo estalló en estruendosas carcajadas ante eso.
...