La distancia entre Hills y el Diablo del Deseo Ghana disminuía con cada latido del corazón, hasta el punto en que Hills podía ver claramente la grotesca sonrisa que se extendía por la cara del demonio.
Había cerrado los ojos, aceptando el inevitable fin que le esperaba cuando la Hojaoscura perforara su carne.
La única esperanza que albergaba en su conciencia era infligir incluso la más leve herida a este temible demonio con el último vestigio del poder divino de la Luz Sagrada dentro de él antes de que la muerte lo reclamara, erigiéndose como un guardián de la dignidad de la humanidad.
Ghana, por otro lado, era completamente indiferente al escenario que se desarrollaba.
Porque podía percibir agudamente que la lanza en el agarre de Hills contenía solo un residuo menguante del poder divino de la Luz Sagrada.
Un ataque de esta magnitud no era más que una ligera molestia para un ser del calibre del Diablo. Ghana podía permitirse sobradamente soportar tal precio.