—¡¿Qué has dicho?! ¿Un Diablo Abismal?! —Valerie se levantó de golpe de su silla, volcando el vaso de agua en su escritorio. Su voz se quebró por la incredulidad mientras miraba a John con los ojos muy abiertos.
John, sin embargo, permaneció impasible, sentado como si la impactante revelación no hubiera salido de sus propios labios.
—Sí, mi señor, me ha escuchado correctamente —afirmó John, asintiendo—. Según nuestros hallazgos, el Diablo Abismal que reside en la Cueva de los Mil Arroyos no es otro que uno de los 72 demonios del Abismo, clasificado en el puesto treinta y tres, el Diablo del Deseo, Mammon.
Valerie se hundió de nuevo en su silla, su cuerpo temblaba involuntariamente.
—Dios mío... ¿qué tan desafortunado debo ser para escuchar un trueno tras otro en tan corto tiempo? —murmuró, con los labios temblorosos—. ¿Por qué un ser de ese calibre incluso aparecería aquí?
Sus ojos destellaban con incredulidad, como si no pudiera confiar en sus propios oídos.