—¿Cómo es que tú, un simple humano, recurres a tácticas tan despreciables? —protestó la Rata Ladrona de Tesoros, bastante agitada y furiosa.
—¡Ya hemos concluido dos tratos! Nunca dije que no pudieras elegir tu último objeto de intercambio.
Sin embargo, John permaneció imperturbable, con su sonrisa siempre presente mientras contemplaba a la criatura.
Pero para la Rata Ladrona de Tesoros, la sonrisa de John carecía de calidez.
Parecía más bien la siniestra sonrisa de un demonio del abismo...
Justo entonces, Mar Azul y Adán, que habían estado observando desde el margen, se acercaron.
Habían estado absortos estudiando el espacio de la Prisión Abisal que John había construido.
Sin embargo, sus niveles eran demasiado bajos como para acceder a este reino de energía.
No importaba qué métodos investigativos emplearan, no podían percibir la fuerza fundamental de este espacio oscuro.