Cuando se dio cuenta de esto, sus ojos ya no contenían el odio que tenían antes.
—Considera mi trato anterior, Dios de Sangre. Con nosotros tres, podremos ganarle a cualquiera. ¡Gobernaremos el continente por los próximos mil años! —suplicó el Rey de Fuego.
—¿Sabes la diferencia entre tú y el Rey Bandido? Él estaba dispuesto a morir tomando venganza por la mujer que amaba, incluso si nadie sabía sobre su relación con ella. Pero a ti ni siquiera te importa siempre y cuando puedas salir con vida. ¿Querría yo a alguien así de mi lado? —le preguntó Leo.
—Por supuesto que no, pero juro ser un aliado que permanecerá leal a ti en todo momento. Permitirme vivir será un favor que no olvidaré. Por favor déjame
No paraba de hablar y eso irritaba a Leo. Su brazo derecho se movió solo y la lanza en su mano se disparó hacia el Rey de Fuego.
Él esquivó el ataque mientras recuperaba su aspecto amargo.