—¡Comandante! ¿Vuestras órdenes, mi señor? —Un hombre vino corriendo desde el costado y preguntó a Leo. Él se giró hacia su lado para ver a un hombre arrodillado.
—¿Mis órdenes? —preguntó él, curioso sobre cuáles eran.
—El enemigo se ha rendido. ¿Los masacramos como de costumbre? —El hombre le preguntó.
—No- Sí. Por supuesto que sí. Me uniré a ustedes —dijo Leo. En el momento en que dijo eso, se tapó la boca con la mano con incredulidad. No tenía intención de decir esas palabras, pero salieron sin su control.
—Nos honra teneros con nosotros —respondió el hombre y se fue en una dirección. Leo siguió al hombre.
En el momento en que llegó el hombre, Leo perdió el control sobre el cuerpo. No podía controlar hacia dónde iba o qué estaba diciendo. La interacción anterior no había sido él, sino alguien más diciendo esas palabras por él.