Había cientos de libros en la biblioteca que le contaban a Leo lo que el autor pensaba sobre la magia. Al final, eso era lo que eran los libros.
Eran justo lo que el autor sentía que estaba bien. Lo único que le daba credibilidad era la credibilidad del propio autor. En el caso de los libros sobre magia, esta credibilidad provenía del poder mágico.
Todos los libros que Leo estaba leyendo eran copias de diarios de Magos del 7mo Círculo y del 8vo Círculo. Estas eran solo reproducciones, pero el conocimiento era invaluable para Leo. A medida que leía libro tras libro, empezó a ver algunas similitudes entre lo que cada libro decía.
A medida que comenzó a hacer conexiones concretas entre los libros que estaba leyendo, comenzó a leer con mayor fervor. Ya había entrado en trance mientras devoraba las palabras que salían de los libros. A medida que pasaba el tiempo, su velocidad de lectura aumentaba en lugar de disminuir.