Una vez que Archer terminó de cantar, el salón quedó en silencio y él encontró a todos mirándolo con asombro en sus ojos.
Expresiones de asombro y maravilla se dibujaban en los rostros de la multitud. Algunos intercambiaban miradas de ojos muy abiertos mientras otros se inclinaban hacia adelante, incapaces de apartar su mirada de él.
Se encogió de hombros y caminó hacia Nefertiti, quien tenía la misma mirada en su rostro. Archer se sentó y se acomodó antes de beber un poco de vino.
Archer sintió la profundidad de su mirada, una mirada rebosante de amor profundo. Era un amor intenso que emanaba un calor profundo en su alma.
Antes de que pudiera responder al intercambio no verbal, la voz de Nefertiti, suave y llena de admiración, rompió el breve silencio.
—Esa canción fue muy buena. ¿De dónde es? —sus ojos brillaban con curiosidad genuina.