En medio de la lluvia torrencial, truenos ensordecedores y la intensificación de la tormenta de maná, el Caminante Nocturno descendió sobre los soldados con una ferocidad aterradora.
Sus garras desgarraron carne y armadura por igual, despedazando cuerpos con una facilidad espantosa.
La sangre salpicaba en todas direcciones, mezclándose con la lluvia, mientras la criatura desataba un ataque despiadado sobre los soldados.
Los rugidos atronadores de la criatura empapada en sangre resonaban a través del caos, ahogando los gritos. Con cada golpe, infligía una carnicería inimaginable sobre los ya desgastados y cansados humanos.
La lluvia caía sin cesar, llevándose la sangre de los soldados caídos mientras el Caminante Nocturno se deleitaba en la oscuridad.
Parecía volverse más fuerte con cada golpe, alimentado por el terror que infundía en los corazones de aquellos que presenciaban su masacre despiadada.
La combinación de lluvia y truenos creaba una atmósfera de horror puro.