Gradualmente, Rain comenzó a recuperar la compostura. Reconoció la necesidad de superar el instinto protector y dominante que albergaba hacia su hija. Se percató de que su impulso de intimidar o confrontar a los posibles intereses románticos de ella era una postura anticuada, una reliquia de un padre protector que necesitaba evolucionar con el tiempo.
—Nunca cambias —dijo Sears cuando Rain se dio la vuelta—. Seadir me contó lo que pasó y de lo que hablaron ustedes dos.
—¿Ah sí? —preguntó Rain—. Tú has cambiado un poco, eres más frío y también puedes levantar más peso que yo. No te culpo considerando los problemas que dejé atrás. Conocí a mis abuelos, Liss, Asche, Branden, Esmeralda, Orcis y Lorene. Sé la mayoría de las cosas que pasaron desde que me dieron por desaparecido. Solo no sé nada sobre mis padres, Terra, Danny y Annie.
—Estás usando algunas palabras de las cuales no tengo idea de qué se supone que signifiquen —se acercó Seara con los brazos cruzados.