Suspirando, Gick apretó su puño.
Si no fuera porque estaban en lados opuestos, realmente deseaba poder estar detrás de ese hombre una vez más.
—Mi señor.
Una figura parecía emerger de la sombra de Gick, con una voz sonando detrás de él:
—¿Esa persona, es del pueblo?
—El anciano, el alma del lugar, un mentor espiritual. Si él muriera, el pueblo también lo haría.
—Entonces, ¿por qué no actuaste?
La voz de la figura era escalofriantemente tranquila, casi antinaturalmente así para el habla humana.
—¿Yo? ¿Actuar? Contra ese viejo zorro, ¿crees que me daría una oportunidad de moverme? ¿Sabes cómo me encontró? —Gick soltó una risa fría—. Esto es, al final, territorio enemigo. Aunque soy más fuerte, no podemos estar tranquilos hasta que todas estas entidades sobrenaturales hayan elegido claramente un bando.
Pero esa era solo una razón.
La razón más significativa Gick terminó guardándosela para sí mismo.