Con un solo golpe cambiando el rumbo de la batalla, el wolfrat aprovechó la oportunidad para abalanzarse.
Sus garras plateadas y afiladas, tan letales como cuchillas, se desplegaron, arañando repetidamente hacia el torso superior de Howard.
Ocho garras brillantes en sus extremidades anteriores, no distintas de ocho largos cuchillos, apuntaban a golpear.
¡Un arañazo de estas no era como un mordisco juguetón de un gatito o un cachorro; era desmembramiento!
Howard optó por no bloquear, sino por aumentar la distancia, cambiando espacio por tiempo, esquivando el ataque del wolfrat.
Su tarea nunca fue aniquilar a este wolfrat.
Con más magos en las murallas de la ciudad además de él, todo lo que necesitaba era enfrentar al wolfrat, impidiéndolo de interrumpir las otras posiciones defensivas.
Eso solo era suficiente.
Sin embargo, el wolfrat parecía enfurecido por la continua evasión de Howard.