Al ver huir al Dragón Consorte como si estuviera en vuelo, Howard no pudo evitar exhalar un suspiro de alivio. Sin embargo, pasó por alto un detalle crucial: dados los atributos del dragón, no debería haber sido herido por un solo ataque, ¡y mucho menos por varios miles!
Shelley Chan, como una anciana experimentada, captó esto inmediatamente y dijo con gravedad:
—¡Algo no está bien! Con los atributos del Dragón Consorte, no deberías haber podido penetrar sus defensas. ¡Ten cuidado; podría haber otro monstruo cerca que haya asustado al Dragón Consorte!
Al escuchar sus palabras, un escalofrío recorrió a Howard mientras levantaba apresuradamente su Nutridor de Almas, inspeccionando los alrededores con ojos vigilantes.
Mientras tanto, la neblina de sangre rosácea que había salpicado del dragón se asentó lentamente en la piel de Howard y Shelley Chan.
Lo que siguió fue peculiar.
La neblina de sangre penetró en su piel, fusionándose con su carne.