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Abra despertó aturdido, su rostro palpitando de dolor. Intentó mover los labios, solo para descubrir que estaban sellados con capas de cinta adhesiva. Al intentar abrir los ojos, se encontró con una oscuridad completa, como si una tela gruesa los cubriera.
Su lengua se movió, lamiendo varios nuevos espacios entre sus dientes superiores e inferiores. Algunos dientes estaban partidos a la mitad, las mitades restantes aún clavadas en sus encías. El sabor metálico de la sangre permanecía en su boca.
Sus manos y pies también parecían atados, las ligaduras muy resistentes. Todo su cuerpo estaba evidentemente atado a una silla, en un estado bastante lamentable.
