Vyn, que estaba justo detrás de Candence, de repente le dio una ligera palmada en el hombro. El comandante de la fortaleza se sobresaltó, saliendo de su estado de estupefacción, al darse cuenta de que Ático se acercaba con paso firme.
«Mierda», pensó Candence, sintiendo su pecho apretarse.
Este no era un visitante cualquiera, este era el ápice de la humanidad. Su importancia superaba con creces la de cualquier otra persona en la fortaleza. Permitir que se acercara sin un saludo adecuado no solo era una falta de respeto, sino algo completamente inaceptable.
Candence se movió rápidamente, seguido de cerca por Vyn y los demás comandantes. En segundos, se encontraron con Ático a medio camino.
Candence inclinó la cabeza en una profunda reverencia, sorprendiéndose incluso a sí mismo.
—Ápice Ático —dijo, su voz firme a pesar de la tumultuosa tempestad en su interior—. Bienvenido al Fuerte Echohelm.