La visita de Atticus a los santuarios elementales había sido abrupta. Sin embargo, tan pronto como cada maestro del santuario lo notó acercarse a sus inmediaciones, corrieron a saludarlo.
—¡Ápice Atticus! ¿Estás finalmente listo para avanzar tu elemento aire?
—¡Obviamente no! ¡Viene al santuario de luz para formar su dominio!
—Aeliana, creo que eres la mujer más hermosa del mundo, ¡pero no te dejaré tener este!
Las voces de Eolo, el maestro del santuario de aire, y Aeliana, la maestra del santuario de luz, resonaron mientras discutían.
Los otros maestros del santuario no pudieron evitar lanzarles miradas asesinas, irritados por su falta de decoro. Su comportamiento actual era indecoroso, especialmente considerando quién los estaba visitando.
En la mente de los maestros del santuario y de todos en el dominio humano, la imagen de Atticus no era solo la del joven maestro y probable heredero de la familia Ravenstein. Él era su Ápice.
