Los ojos de Atticus se abrieron de golpe, su aura calmada.
Su mano derecha sujetaba firmemente su katana mientras sus penetrantes ojos azules escaneaban su entorno.
Se encontró de pie al borde de... la nada.
«Este es el próximo escenario.», pensó Atticus.
La tierra estaba árida, con grietas irregulares surcando la tierra reseca. No había obstáculos—ni montañas, ni colinas, ni plataformas flotantes. La zona entera era completamente plana y los cielos estaban despejados.
Como siempre, Atticus realizó una breve inspección de sí mismo.
«No falta nada.»
Su mana era estable e irrestricto. Todos sus elementos estaban intactos, y lo mismo ocurría con sus banderas. Atticus ya llevaba puesto su traje exo, en guardia.
«Los apéndices de la raza superior son peligrosos.»
Después de su lucha con Carius, Atticus rápidamente había llegado a esta conclusión. Había ganado gracias a ciertas circunstancias favorables, pero lo mismo no podría aplicar con otros.