—Solo una cosa vino a la mente de Zarathustra al ver los datos de Ático —asombroso—. ¿Por qué recién ahora estaba escuchando acerca de este chico?
—Alguien tan talentoso seguramente sería conocido en todo el dominio humano —conocía bien al chico de cabello castaño, Kael en la otra cápsula. Era conocido como el más talentoso de la generación más joven y aunque todavía se habría sorprendido si esos fueran sus datos, no era ni de lejos tanto como al ver esto en un estudiante desconocido al azar.
No se podía culpar demasiado a Zarathustra. La mayoría de las veces los miembros de la familia Enigmalnk e incluso la mayoría de los científicos se entierran en su trabajo, lo que a su vez los hacía y a los otros científicos menos informados sobre lo que ocurre, especialmente en la academia.
La genialidad de Kael había sido pública durante demasiado tiempo como para que no se enterara.
Zarathustra sonrió, una acción que desconcertó a cada uno de los científicos. ¿Realmente estaba sonriendo?