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Frente a frente en el escenario de batalla, dos jóvenes se encontraban de pie, con la espalda tan recta como la columna vertebral y cada uno sostenía un tridente más alto que ellos mismos.
Zeras observó a Sammodra, pero pronto lo ignoró debido a su expresión arrogante mientras miraba a la multitud en cambio. Podía ver cómo animaban a Sammodra en voz alta como si la conclusión de la batalla ya se hubiese decidido en sus mentes.
—Parecen bastante seguros de ti, ¿no es así? —preguntó Zeras riendo, pero todo lo que encontró fue la fría mirada de Sammodra llena de desdén.
—No creo que seas lo suficientemente digno para conversar conmigo, ¿verdad? —dijo Sammodra, provocando una expresión de sorpresa en el rostro de Zera, que luego se transformó en una sonrisa.