Rey se sentó en la austera habitación, su rostro inexpresivo mientras el silencio se prolongaba.
La vista del Almirante Zach Skylar, su padre, despertó recuerdos que había enterrado hace mucho.
Recordaba ser un niño, de no más de siete años, de pie en la gran biblioteca de su casa familiar. Su hermano mayor, Ezra, acababa de regresar de ganar alguna competencia prestigiosa, uno de los muchos trofeos que adornaban los estantes. Su hermana menor, Mira, estaba sentada en el sofá, sus premios de recitales de piano esparcidos como una exhibición de piedras preciosas.
Rey sostenía un dibujo en el que había trabajado durante días, sus pequeñas manos apretaban el papel con fuerza mientras se acercaba a sus padres.
—He hecho esto —dijo suavemente, extendiéndolo hacia ellos.
Su padre apenas levantó la vista de su tableta de negocios. —Está bien, Rey.