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—¡Estruendo! —Para cuando escucharon el ruido, ya era demasiado tarde.
El grupo ya estaba rodeado por el enemigo, así como por un terrible pantano del mismo veneno que lentamente estaba matando a muchos de los miembros.
—¡E-esto es...! —A pesar de estar en la cúpula, ninguno de los Dragones más perceptivos podía negar todo lo que sentían, o todo lo que podían ver.
—¡Esto es malo!
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El ejército de no-muertos de dragones se acercaba, una vista aterradora contra el cielo que oscurecía. Sus alas esqueléticas batían con un sonido ominoso y hueco, y sus cuencas vacías brillaban con una luz púrpura fantasmal. El cuerpo de cada dragón era una retorcida masa de huesos, algunos aún con desgarradores restos de carne y escamas.
La tierra temblaba a medida que se movían, sus macizas patas garrudas aplastando todo en su camino. Los árboles muertos se rompían como ramitas, y los escombros rotos se deshacían mientras incluso la tierra se agrietaba bajo su peso.