Fue un encuentro completamente aleatorio.
—¿Por qué te ves tan preocupado, joven? —la voz provenía de un hombre mayor que estaba sentado en un banco junto al camino.
Tenía el cabello rojo, piel ébano y ojos carmesí. Vestía una túnica oscura, sujetando su bastón muy fuertemente mientras miraba a Adonis en aquel día fatídico.
El anciano tenía dos cuernos, lo que debería haber hecho de él un miembro de clase media baja de la sociedad, sin embargo, parecía un poco demasiado elegante para eso. Aún así, su apariencia era lo menos sospechoso de él.
Era la forma en que sonreía.
Tal vez era porque a Adonis le frustraba planear, o porque estaba cada vez más preocupado por sus amigos de vuelta en la Capital, pero no podía evitar sentirse inquieto cuando miraba a los ojos del hombre.
Aún así, sabía que no debía actuar basándose en cómo se sentía.
Hacerlo solo lo haría parecer sospechoso, y eso mancharía su tapadera.