—¡Ella es perfecta! —Ahora que estaba una vez más en su presencia, Rey recordó cómo se sintió la primera vez que puso sus ojos en el epítome de la belleza.
Cada detalle del Oráculo era perfección misma—desde su rostro perfectamente hermoso, hasta sus ojos azul reluciente, y el vestido que llevaba, que estaba adornado con oro y todo tipo de joyas.
Su cabello era más blanco que cualquier otra cosa, y el hecho de que su cuerpo estuviera bañado por los brillantes rayos dorados del santuario a su alrededor solo aumentaba su atractivo. Su misma postura estaba llena de elegancia, y la forma en la que observaba estoicamente a Rey la hacía parecer aún más majestuosa.
—Así que, has vuelto... —Ella rompió el silencio, con su mirada deslizándose hacia el Elfo que Rey sostenía fuertemente contra su pecho.
