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—¿Cómo lo hizo...? —Rey estaba atónito más allá de las palabras al sentir la pierna del Oráculo presionar sobre su pecho mientras su cuerpo permanecía impotente pegado al suelo.
Su piel era tan suave como siempre, y su comportamiento elegante no se veía disminuido ni en una fracción. Aún tenía la presencia electrizante que él recordaba, y la mirada que le daba desde sus ojos no representaba nada más que tranquilidad.
Esto no parecía una persona que acabara de ser golpeada dos veces, y además quemada hasta quedar crujiente por una explosión.
El Oráculo lucía absolutamente bien.
—¿Cómo lo hiciste? —dijo él.
—Eso no es asunto tuyo —respondió ella de manera muy cortante, su mirada se estrechó sobre él mientras probablemente ya había determinado su destino.
Rey había agotado su Mana, y su estado físico no era particularmente el mejor en ese momento.
No era capaz de resistir, incluso si quisiera.